Un africano
amarrado en Ciudad Bolívar
Francisco
Delascio Chitty
Biólogo- Botánico
Sí,
en la avenida Táchira de Ciudad Bolívar a la altura de la Cámara de Comercio,
encontramos a un ser viviente atado, trincado.
Pero creo que no como un acto de xenofobia, sino por desconocimiento del
valor del patrimonio natural vegetal de la ciudad, por parte de un porcentaje
significativo de representantes de la Administración Pública y afines a
ella. En este caso, la conducta
agresiva se manifiesta no solo por sujetar con cables a sus ramas
convirtiéndolo en una especie de poste eléctrico; por cercenar a dichas ramas
causándole un desequilibrio en su arquitectura; sino por pintarrajear de blanco
su tronco, esta última acción pictórica, en vez de beneficiar al vegetal, lo
perjudica, pues al obstruirle los poros o lenticelas que se encuentran en la corteza
ya no podrá realizar óptimamente el proceso de intercambio gaseoso que le
permite vivir. Tápese usted los
orificios nasales y embadúrnese el
cuerpo con cualquier pintura, aceite o tinte, obturando, sellando así su piel;
¿qué le pasará? que su cuerpo estará mas
inmune, la pérdida de humedad se
afectara al igual que la del calor corporal, trastornándose la temperatura
orgánica pues las glándulas sudoríparas, las encargadas de la secreción sudoral
no funcionarán; amén de que fallecerá posiblemente por asfixia
respiratoria. Este agravio, similar o
peor lo padecen muchos de nuestros árboles urbanos, por las devastadoras
campañas de corte y poda en pro de un “servicio eléctrico de calidad”.
El
baobab, es pariente de la ceiba (Ceiba
pentandra) ya que pertenece a la familia botánica pantropical de las Bombacaceae, el nombre técnico del
boabab es Adansonia digitata; el
término de Adansonia alude al
botánico francés M. Adanson y digitata,
deriva del latín “digitatus” que tiene dedos, que se asemeja a una mano abierta
en alusión a sus hojas. Dicho árbol es
originario de las zonas semi-áridas del África Continental; bajo la forma de
cultivo se observan ejemplares de ellos en el Atlántico Sur (Florida-USA), Mar
Caribe, Pequeñas Antillas (Dominica, San Vicent, Barbados, Trinidad, Tobago) y
Venezuela. En nuestro país, es bastante
escaso, sólo lo he visto por ejemplo en Jardín Botánico de Caracas (dos
juveniles) y dos en el estado Bolívar, Ciudad Bolívar, uno en la avenida ya
citada y el otro, espero que todavía exista, en el Jardín Botánico del Orinoco.
Es
el baobab, un árbol longevo que conjuntamente con las coníferas como las
secuoyas (Sequoia) de California
(Norteamérica) pueden vivir en condiciones óptimas varios milenios. Este corpulento árbol puede llegar a medir 20
m. de altura o algo mas, su tronco similar a una botella puede tener un
diámetro de unos 10 m. Las hojas son
digitadas. Sus flores vistosas, oscilan
entre 10-20 cm. de diámetro, son solitarias, axilares, péndulas, con pétalos
blanco-cremosos, estambres radiales purpuráceos. El fruto es una cápsula oblonga, leñosa,
cubierta de cortos y densos pelos ramificados (tomento) marrones; la cual
contienen semillas reniformes (similar a un riñón) embebidas en una pulpa
cremosa.
Al
baobad se le conoce por sus frutos como “bolsa de Judas”, ya que debido a la
presencia de sus 30 semillas, lo asocian con las 30 monedas de plata o siclos
(valor de un esclavo en ese entonces) con las cuales Judas Iscariote entregó a Jesús a los sumos
sacerdotes. También lo llaman “árbol de
botella”, no solo por la apariencia de botella de su tronco, sino por la
capacidad de los tejidos que lo conforman, que le permiten almacenar unos 40
mil lts. de agua y soportar extremas sequías en su país de origen; igualmente
esa denominación se la dan ya que con la madurez, los troncos de algunos de
ellos se ahuecan y se convierten en depósitos de agua. Los frutos, son muy apetecidos por los
simios, de ahí que el baobab se le designe como “pan de monos”; cuya pulpa es
consumida también bajo la forma de jugos y dulces por los humanos, quienes
además preparan ensaladas con sus hojas
y con la corteza fibrosa del tronco elaboran un papel artesanal, cordeles y
tela vegetal. De acuerdo a la mitología
africana los boabad son uno de los panteones que albergan a divinidades o
espíritus: Orishas, Nzambi, Ngangas del bien (Nkisi, Liboka) y del mal
(Mbumba).
En
Ciudad Bolívar, la presencia de este insigne árbol data del año de 1915, cuando
lo siembran en el antiguo paseo de San Antonio, avenida Antonio de Mendoza,
frente al cine Plaza. El cronista de
entonces Don Ándres Sifontes, dice que fue sembrado por Remigio Páez, de
semillas traídas de París. Por su parte el
Dr. Paúl Von Büren, indica que fue plantado por Carlos Palazzi, aparentemente
traido de la isla de Trinidad. Para la
década de los años cincuenta, el magno árbol es derribado por una fuerte
tormenta. Del árbol caído sacaron
algunas estacas, las cuales fueron sembradas en diferentes lugares de la
ciudad; sólo arraigó, prendió el que
está ahora en la avenida Táchira, de este, la familia Martínez-Von Büren,
retiraron semillas de sus frutos que luego de germinar le donaron unas
plántulas al hoy apagado Jardín Botánico del Orinoco.
¡Ojalá!
que los funcionarios y empleados públicos en sus diferentes niveles como los ciudadanos que habitan en
Ciudad Bolívar, no sigan actuando con los árboles de nuestra desatendida ciudad
como el protagonista del libro “El
Principito”, del escritor Antoine de Saint-Exúpery, que consideraba al baobab
una mala hierba la cual había que aniquilar, destruir y arrasar.
Buscando la ubicación de los Baobabs en Venezuela me encontré con su bien ilustrado y simpático artículo. Coincido con usted en que nos falta conocimiento para saber valorar los tesoros que tenemos en nuestro país. Mas y mejor educación para todos.
ResponderBorrarSiga escribiendo, por favor. Ayúdenos a culturizarnos y a tener mayores conocimientos..
Gracias por el reportaje. Lo encontré buscando la ubicación de los Baobabs en Venezuela.
ResponderBorrarEstoy de acuerdo con usted en querer preservar los tesoros que tenemos y desconócenos. En la educación está la clave.